26 de septiembre de 2010

Caminamos por el andén de la mano

El tren hace una breve pausa para repostar, y nos dejen salir a respirar aire fresco. Peeta y yo caminamos por el andén de la mano, y yo no sé  qué decir ahora que estamos solos. Se detiene a recoger un ramo de flores silvestres para mi; me lo da y hago todo lo posible por parecer contenta, porque él no sabe que estas flores rosas y blancas son la parte superior de las cebollas silvestres, y me recuerdan las horas que he pasado recogiéndolas con Gale.
Gale. La idea de que veré a Gale apenas dentro de unas horas hace que note mariposas en el estomago. Por qué? No puedo explicármelo del todo; solo sé que me siento como si hubiese estado engañando a una persona que confiaba en mi. O, para ser mas exacta, a dos personas. Me he librado hasta el momento por los juegos, pero no habrá juegos en los que esconderse cuando lleguemos a casa.
-Qué pasa? -me pregunta Peeta.
-Nada.
Los Juegos del Hambre, Suzanne Collins

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